Stephen Salter, ingeniero de la Universidad de Edimburgo ha propuesto la creación de torres refrigeradoras que emitirían agua marina a la atmósfera, como si fuera un spray, con el fin de reducir la temperatura.

El experimento de Salter se ejecutaría en las islas Feroe, entre el Atlántico Norte, Escocia, Noruega e Islandia y algún archipiélago en el estrecho de Bering, entre Siberia y Alaska.

El mecanismo consistiría en levantar diez metros de torres y alimentarlas con energías renovables. Pulverizarían agua salada hacia las corrientes de aire, que desplazarían el residuo de sal hacia el interior de las nubes en unas pocas horas.

El proceso se basa en la idea de refrescar el ambiente mediante el «blanqueo de las nubes», es decir, emitir gotitas de agua salada que hagan que sean más blancas y que reflejen mejor los rayos del Sol, un efecto parecido al que causa la erupción de un volcán.

El uso de la ingeniería para mantener la temperatura de la Tierra bajo control es un tema controvertido entre la comunidad científica, ya que algunos expertos defienden que podría agravar el problema. Los críticos argumentan que un cálculo erróneo del tamaño de las gotas de agua emitidas provocaría el efecto contrario al que se quiere conseguir, es decir, subiría más aún la temperatura.

Sin embargo, Salter confía en que la investigación de distintos modelos climáticos ayude a identificar mejor los riesgos.

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