Las grandes crisis del planeta, como la degradación del ambiente y el agravamiento de la pobreza, están muy vinculadas al tipo de consumo, pues estamos malgastando y agotando nuestros recursos como si fueran infinitos.

Para promover y generar conciencia acerca de la necesidad de adquirir productos considerando su impacto sobre el ambiente, la salud y la comunidad, en 1962 el presidente de Estados Unidos John F. Kennedy proclamó el 15 de marzo como el Día Mundial del Consumo Responsable.

Al fomentar actividades satisfactorias para las personas y compatibles con la conservación de la naturaleza, el Consumo Responsable es una gran contribución social y ecológica. Aunque el concepto es amplio, podemos sintetizarlo en tres bloques:

  • Consumo Ético: es aquel que se pregunta por las condiciones sociales y ecológicas en las que ha sido desarrollado el producto o servicio que queremos adquirir. Ejercemos un consumo ético cuando, tras una valoración, optamos por consumir las opciones más justas, solidarias o ecológicas, y distinguimos entre las necesidades reales e impuestas.
  • Consumo Solidario: está marcado por el apoyo al comercio justo, lo que implica que el producto haya sido desarrollado en condiciones sociales y laborales dignas, se pague un precio que permita la permanencia del proyecto productivo y se intente eliminar la intermediación del proceso de distribución. El consumo de producto locales es clave para lograr repercusiones positivas en el consumidor, productor y ambiente.
  • Consumo Ecológico: considera el uso cotidiano de las 3 R’s para mejorar los cuidados de la naturaleza, que son Reducir, Reusar y Reciclar. Asimismo, incluye otros elementos trascendentales, como apoyar la agricultura y ganadería orgánica como alternativa agroalimentaria, desincentivar el consumo de alimentos transgénicos, utilizar el agua y la energía de manera responsable y eficiente, así como apostar por el transporte sostenible.

En este contexto, es muy importante tener en cuenta que, dado que ninguna empresa puede sobrevivir sin vender sus productos, nuestros consumos determinan cuáles serán las más poderosas y, en ese sentido, nuestras elecciones validan o brindan apoyo a los métodos que emplea cada una. Por ello, antes de elegir, debemos preguntarnos: ¿En qué condiciones humanas y laborales han sido desarrollados los productos? ¿Cómo afectan las fábricas al lugar donde se ubican? ¿Cuál es el impacto ambiental de las actividades industriales que realizan?

Cifras:
– 1,300 millones de toneladas de alimentos se desperdician cada año
– 800 millones de personas en el mundo no tienen comida suficiente para alimentarse adecuadamente
– 1 de cada 6 personas en el mundo no tiene acceso regular a agua potable
– 55% de la basura que generamos en Perú tienen que ser llevada a botaderos
– Entre 85% y 95% de ahorro energético ofrece un foco LED en comparación de las bombillas incandescentes tradicionales

*Fuente: Guía de consumo responsable. La otra cara del consumo. (Junta de Andalucía, España)

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